Un 27 de marzo del 2020 una imagen recorrió el mundo: el Papa Francisco caminaba solo en medio de la Plaza de San Pedro para bendecir a Roma y al Mundo a través del “Urbi et orbi”. En ese momento extraordinario de oración, todo el planeta enfrentaba un duro confinamiento a raíz de la pandemia por el covid-19 y sus palabras sirvieron como bálsamo para calmar angustias, temores, fracasos e incluso, desesperos en medio de la oscuridad que vivíamos.
Un año después de ese difícil momento entendimos que la fe es el camino para encontrar a Dios. En la inmensa misericordia de amor de Dios comprendimos que Él ama más que nosotros y a su vez nos invita a reflexionar sobre nuestro papel en la sociedad y cómo podemos alimentar nuestro espíritu y nuestra vida de la mano de las acciones de toda una comunidad; aprendimos que no somos nada sin el otro, que en esta “barca” estamos todos juntos.
Para esta Semana Santa nuestra invitación, como institución católica, es a reflexionar sobre nuestro quehacer diario como seres humanos más allá de las necesidades superfluas que la sociedad impone como “necesarias para un buen vivir”. Retomando lo dicho por el Papa Francisco hace un año, “en esta Cuaresma resuena tu llamada urgente: “Convertíos”, «volved a mí de todo corazón» (Jl 2,12). Nos llamas a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección. No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es.”
Nuestro planeta cambió y nosotros como sociedad debemos seguir fortaleciendo el amor por los demás, la solidaridad y la fraternidad para que estos valores sean indispensables en momentos donde sentimos que todo a nuestro alrededor naufraga y así, poder acércanos más al poder y bendición de Jesús. Verdaderamente estamos llamados a salir “mejores” después de esta dura prueba, a resucitar con el Señor.
